Muy queridos amigos:
Ayer 15 de septiembre estábamos de cumpleaños. La Fundación Proyecto Persona cumplía 10 años. Fue para mí un día especial, vivido en la intimidad del corazón, en el que le pude dar gracias a Dios por tantas maravillas.
Es un regalo poder amar, dedicando tiempo, esfuerzo, dinero, a estos chicos con discapacidad intelectual que tampoco han sido favorecidos materialmente. Poder amar a los que Dios más ama, pues son los más pequeños. En muchos casos son rechazados por la sociedad y sin grandes posibilidades para el futuro. Muchos no tienen ambientes familiares que les estimule a crecer, ni los cuidados necesarios. Pero es a estos chicos a los que Dios más ama, pues son los más pequeños y muchas veces desamparados.
La acción estrella de la Fundación ha sido los campamentos. Al primer campamento acudieron unos 35 chicos. En los últimos años han participado casi 150. Lo más bonito no ha sido el crecimiento en número, sino que la mayoría de ellos están felices con nosotros, y como me decía uno de ellos, Samuel: “gracias a vosotros soy mejor”. Estos campamentos no sólo han beneficiado a los chicos, sino también a sus familias, que al no tener recursos materiales, también han podido tener unos días de descanso en el cuidado de sus hijos. Estos chicos, con todas las dificultades que implica muchas veces estar con ellos, no han ayudado a todos a ser mejores. Les queremos, nos han abierto sus corazones. Muchos de ellos con grandes heridas. Les hemos escuchado, abrazado, nos hemos reido con ellos, les hemos estimulado a crecer. Y a través de nosotros era Dios el que los amaba, les escuchaba, les abrazaba…
También muchos jóvenes monitores se han enriquecido participando en los campamentos. Han podido vivir el evangelio y experimentar la alegría profunda de amar como Cristo nos propone. Han dado de su tiempo de vaciones, se han sacrificado muchas veces en el cuidado de los chicos, han limpiado platos, baños, y culos. Han sabido escuchar pacientemente a los chicos. Han sabido reirse con ellos, bailar con ellos, jugar y pasear con ellos. Les han ayudado a superarse con el talent show y los talleres. Les han sabido dar consejos. Y en toda esta entrega, han crecido ellos mismos, y incluso, muchos se han acercado mucho a Dios. En estos campamentos también los adultos han tenido un protagonismo importante organizando toda la logística de las comidas, e incluso yendo de cocineros. Son los que han amado en lo menos gratificante de la entrega, un poco al estilo de María.
Como no agradecer a Dios todas estas maravillas.
También, a través de la Fundación, fuimos organizando actividades de ocio durante el curso escolar, actividades de refuerzo académico, y talleres de habilidades socioemocionales.
Pero, para mí personalmente, la joya de la Fundación, el mayor regalo que Dios me ha dado es la Casa Hogar. Lo más grande que en mi vida sacerdotal puedo hacer es la caridad más sencilla por los más pequeños: preparar un desayuno, hacer de reir a Rayan, educar a estos niños, atender a sus necesidades. Hace un año que abrimos las puertas de la Casa Hogar. Ahora tenemos a tres niñas y a un niño. Este sábado entra una nueva niña a vivir con nosotros. Sólo puedo decir que están felices, que cantan e incluso que han mejorado mucho en sus conductas y en sus aprendizajes. Por eso teníamos que dar la oportunidad a dos niños más de beneficiarse de todo esto. El sábado viene otra niña y supongo que antes de navidad llegará el sexto. Así el proyecto de esta casa quedará consolidado. Es mucho dinero y recursos humanos los que se invierten. Pagos de alquiler de la casa y de los gastos de los niños; sueldos de las educadoras (tres por turno); voluntarios que me ayudan con las comidas, otros llevando a los niños al médico, chicas que se quedan a dormir para atenderles por la noche, adultos que vienen por las tardes y fines de semana para ayudar en el cuidado y formación de los niños, etc. El pensamiento utilitarista pragmático dirá que son muchos recursos para tan poco beneficiado. Pero esta es la mentalidad del mundo y no la de Dios. El Corazón de Jesús lo da todo por sólo uno de nosotros.
Estuvimos durante cinco años dando de cenar a los pobres en la Plaza Mayor los domingos. Hiciera calor o frío allí estábamos. Había noches que dábamos hasta 90 cenas, y luego ese momento maravilloso en el que hablábamos con algunos de ellos. Lo tuvimos que interrumpir cuando empezó la pandemia. Ya veremos si lo podemos retomar.
Ante todas estas maravillas, en las que también ha habido cruces y sufrimiento, porque amar implica hacerte vulnerable, y porque amar al estilo de Jesús implica valentía, como no dar gracias a Dios y a todos los que lo habéis hecho posible. A los que habéis escuchado en vuestro corazón la voz de estas personas que os que nos parárais, como el Samaritano, para atenderles. Dar gracias a todos los que habéis entendido que vivir auténticamente la vida, en su sentido más profundo, no es sólo vuestro entorno, ni vuestro confort, y habéis sabido introducir en ella toda esta realidad. Y habéis dado a vuestra existencia un sentido más profundo, más evangélico.
Este año seguiremos con las actividades de ocio con los chicos. Estamos viendo si se pueden organizar más talleres para ellos, y también ayudarles en el ámbito laboral. Habrá que pensar más adelante en otras casas hogares…. Pero todo esto lo vivimos con mucha paz y sin pretensiones. Dando ese paso que se puede dar, y siempre mirando a Cristo en la cruz para que su Corazón nos ilumine el camino.
Muchísimas gracias a todos, aunque muchos ya no estén, porque habéis hecho posible esta realidad. Rezo por todos para que Aquel que ama a los más pequeños os llene de bendiciones.
P. Jorge Molino